Cualquier cuerpo que tenga la propiedad de atraer al hierro, es un imán. Los imanes pueden ser:
Naturales: como su nombre lo indica, son aquellos que se encuentran en la naturaleza y cuyas características magnéticas son permanentes; en ellas no ha intervenido el hombre. Tal es el caso de la magnetita.
Artificiales: son aquellos que adquieren esa propiedad de atracción cuando se someten a diferentes procedimientos físicos, como el frotamiento con una piedra imantada o por acción de la energía eléctrica.
En cualquier imán, siempre se encuentran dos polos, el norte y el sur, en ellos se encuentra la mayor fuerza de atracción.
La parte imantada siempre se dirigirá hacia donde se encuentra el norte.
Si se colocan fragmentos de hierro y después se acerca un imán, los fragmentos van a adherirse a los polos del mismo y no a la parte media.
Campo magnetico
Si una carga en movimiento atraviesa un campo magnético, la misma sufre la acción de una fuerza (denominada fuerza magnética). Esta fuerza no modifica el módulo de la velocidad pero sí la trayectoria (ver fuerza magnética). Sobre un conductor por el cual circula electricidad y que se encuentra en un campo también aparece una fuerza magnética.
El campo magnético de la Tierra
Se lo define como un escudo magnético que rodea a los planetas con un campo magnético. Tiene forma asimétrica, porque está delimitado por la presión del viento solar, en dirección al Sol, mientras que forma una larga cola del lado opuesto.
La Tierra tiene un campo magnético considerable. Es importante principalmente como protección, pero también por el rol que cumple la brújula magnética en la exploración del planeta. Las líneas de campo que definen la estructura del campo magnético son similares a las de un simple imán recto.
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